domingo, 18 de agosto de 2013

Conversaciones en La Habana: ¿Será posible la paz? ¿Qué tanto la firma de acuerdos depende del imperio USA?


Libardo Sánchez Gómez

Las conversaciones en La Habana entre las FARC EP y el Gobierno colombiano, dadas las implicaciones sociopolíticas regionales, trascienden el quehacer político doméstico; hay muchas personas al interior y foráneas, de todas las tendencias ideológicas, que buscan influir en sus resultados. La mayoría de formadores de opinión están a favor de la firma de un acuerdo, aceptando que nada cambie, con tal que se ponga fin al alzamiento en armas. Solo un grupo de analistas, los que se pueden contar con los dedos de la mano, intentan prevenir a los negociadores insurgentes  sobre el significado, para el pueblo excluido colombiano,  de firmar acuerdos  basados en dicha premisa. Sobresalen  entre los últimos el destacado sociólogo y analista político internacional James Petras y el reconocido periodista Hernando Calvo, y  ahí  me incluyo. Esta posición me ha convertido en el blanco de insultos de grueso calibre, y no creo que vengan de la ultraderecha, pues ésta no quiere que se firme acuerdo alguno así implique la rendición incondicional de los insurgentes, pues necesitan la guerra ya que de ella viven.   Los ataques se dan porque: “… está dañando  los esfuerzos de muchos…”, es fácil entender que se trata del esfuerzo del grueso de los pazólogos, quienes, desde su posición de acomodamiento en el establecimiento, son los principales beneficiarios de la firma.   Sobre esto señalan Lara Montesinos Coleman y Gearóid Ó Loingsigh, en La paz en Colombia: Realidad, mito y fantasías, Brighton y Bogotá, abril 2013, que: “Los académicos o activistas que señalan las deficiencias del proceso son acusados de estar a favor de la prolongación de la violencia. No obstante, es necesario abordar la realidad del conflicto y los intereses que en él se involucran. Ninguna fantasía puede suplantar la realidad de un régimen asesino o las artimañas de engaño y distorsión que hacen parte del proceso de “paz”.

Pero parece que todos los analistas, tanto en uno como en otro sentido,  hemos navegado sobre  una premisa equivocada, a cual más hemos creído que “las FARC EP siguen siendo una guerrilla de izquierda”, entendiendo por esto que, aún, mantienen su carácter marxista leninista y que, por lo tanto, luchan por una sociedad socialista;    las últimas declaraciones de Timochenko así lo dan a entender,  pero hay dudas razonables.   Y si esto  es verdad la Izquierda está parloteando fuera de lugar; entonces, habrá que dejarle las discusiones económicas   a los técnicos del capitalismo como al profesor Eduardo Sarmiento y las de carácter político a los izquierdistas socialdemócratas tipo POLO, MOIR y Marcha Patriótica;  a la izquierda revolucionaria poco le importa el manejo  monetario y fiscal del modelo neoliberal actual; los de izquierda vamos más allá de la “protesta social”, la cual tan sólo busca mejorar el capitalismo, otorgando algunas mejoras a los   “inconformes”, la lucha política de la izquierda  es   transformadora, se trata de destruir al capitalismo y con éste todas sus superestructuras culturales, religiosas, jurídicas y políticas, para implantar la sociedad socialista, y sabemos a ciencia cierta que jamás se logrará por las buenas. Pero esto no implica siquiera una lejana incitación   a que, contra viento y marea, las FARC EP   sigan ofrendando sus vidas para lograrlo.

Son varias las razones que hacen dudar de la posición ideológica de las FARC EP;   la primera se encuentra en la respuesta de Ivan Márquez al periodista Hernando Calvo: ““En la mesa no estamos planteando cambios radicales a las estructuras políticas ni económicas del Estado. Ahí no se habla de socialismo ni de comunismo. Lo que buscamos es generar condiciones para llegar a un entendimiento con el gobierno. Un espacio donde encontremos las distintas visiones. Sabemos que por eso algunas organizaciones de izquierda, no sólo colombianas, ya dicen que nos volvimos una guerrilla reformista”. Y   al sentarse a conversar, “aceptando que nada cambie”,  por lo menos tienen otro ideario de lucha o están desatendiendo lo que dijo Alfonso Cano: “Desmovilizarse es sinónimo de inercia, es entrega cobarde, es rendición y traición a la causa popular y al ideario revolucionario que cultivamos y luchamos por las trasformaciones sociales, es una indignidad que lleva implícito un mensaje de desesperanza al pueblo que confía en nuestro compromiso y propuesta bolivariana" (las negrillas son mías).   Hernando Gómez Buendía, muy del establecimiento y analista político de altos quilates,   opina  acerca del modelo de Estado que proponen las FARC, dice: “(…)Es una lista lo bastante extensa para incluir ideas buenas, ideas dudosas e ideas locas – pero no para nada que suene a partido único o a dictadura del proletariado: las FARC no aspiran a un Estado comunista” (las negrillas son mías). Y  agrega: “(…) son tesis que comparten muchos demócratas a secas. Las elecciones populares del Procurador, el Contralor, el Fiscal, el Defensor del Pueblo y los miembros del Consejo Electoral – aunque suenan progresistas- son en efecto dudosas o alocadas”. La cuestión es que, cualquiera que sea su orientación política, están en todo su derecho de parar la confrontación cuando así lo decidan, nadie les obligó a tomar las armas y nadie puede impedirlo que las depongan; y tampoco  hay duda alguna acerca de que se dedicarán a defender los intereses de las clases populares, así lo ratifica el comandante Pastor Alape en su entrevista  a PERIFERIA PRENSA, a la pregunta ¿Cómo entiende las Farc la paz? Él contestó: “Sencillo. Un país donde la gente pueda vivir sin la preocupación constante de que va a ser detenido, encarcelado, torturado o asesinado porque piensa distinto a los gobernantes, o ser amenazado y desplazado de la tierra porque hay poderosos que se quieren beneficiar de ella. Un país donde se viva sin la incertidumbre de qué será el desayuno de mañana porque no hay un centavo en el bolsillo, o en dónde se va a guarnecer la familia porque no tiene vivienda”. Así es que actuando dentro del modelo   socialdemócrata (¿plutocrata?) para lograr reformas sobran las balas.

Repasando    la experiencia internacional y  la presencia tras bambalinas de los Estados Unidos   en las conversaciones en La Habana, Lara Montesinos Coleman y Gearóid Ó Loingsigh opinan que: “Hay un clima internacional común a todas las rendiciones  de alzados en armas, y es que terminan comprometidos con la praxis de la realpolitik local, por lo que en ningún caso se puede hablar de “revoluciones triunfantes”. Y es necesario destacar que, en Latinoamérica, detrás de todos los procesos de reinserción  han hecho presencia los Estados Unidos; hoy respaldan el deseo del Presidente Santos de llegar a un acuerdo negociado;  el imperio sabe cuidar sus intereses;  los citados investigadores recuerdan: “No olvidemos que en 1928, mucho antes del surgimiento de los movimientos insurgentes de izquierda en Colombia, el Gobierno de Estados Unidos amenazó con invadir el país, si el Gobierno colombiano no actuaba en defensa de los intereses de la United Fruit Company, durante un paro de trabajadores colombianos de las bananeras”. Qué  será ahora que Colombia es vital para sus intereses geoestratégicos de dominación global. Es innegable   que el imperio  ha estado desde siempre en Colombia de manera omnipresente; anotan los mismos investigadores: “A principios de la década de los 60, poco antes del surgimiento de las FARC y el ELN, Estados Unidos implementó una campaña brutal de contrainsurgencia: El Plan Laso, fundamentado en sabotaje y actividades paramilitares y/o terroristas contra reconocidas figuras del comunismo”. Como resultado, la guerra sucia concedió a las fuerzas estatales “el derecho a.... exterminar trabajadores sociales, sindicalistas y personas que no respaldaran los estamentos oficiales”. Y, nada menos que el fundador de las FARC EP, Manuel Marulanda Vélez,  declara: “para que el guerrillero tenga claridad sobre la importancia de sus propias tareas, como son las que nos plantemos cuando proponemos al pueblo, y especialmente al campesinado la realización de una verdadera reforma agraria revolucionaria que liquide el monopolio latifundista de la tierra en Colombia y libere al país de los opresores norteamericanos” Jacobo Arenas, Diario de la Resistencia de Marquetalia, 2000.

Para Libardo Sarmiento, “el respaldo internacional (USA) a la “paz” en Colombia debe entenderse como la consolidación del modelo impuesto mediante las directrices norteamericanas”.  Estas líneas sirven para reiterar que la oligarquía podrá pactar sólo lo que los amos del Norte les permitan, por cierto poco y nada.    Las  FARC EP deben tomar atenta nota, pues parece que    están   frente a un interlocutor no válido. Son los gringos quienes dicen cuándo y qué negociar. Razón por la cual el vocero de los negociadores del gobierno, Humberto De la Calle, con su rictus de haberse comido un ají entero, a todas las propuestas de los insurgentes contesta: no y no.

Por falta de espacio no se mencionan los puntos exigidos por los insurgentes en la segunda etapa de negociaciones, pero veamos lo que dice al respecto Gómez Buen Día, quien expone en primer lugar una idea moralista: “(…) Pero por otra parte implican puntos de principio o de valores, que una sociedad sana no tiene por qué aceptar”, por cierto calificación no muy propia para una clase en el poder enferma, inescrupulosa y genocida.  De la  lista de concesiones opina: “Comenzando por lo más elemental: cuidar que no asesinen a los ex guerrilleros es un deber evidente del Estado; pero la “comisión internacional” no lo garantiza ni es fácil de conciliar con la soberanía nacional”. Cierto, esto no será posible dentro de la trama paramilitar existente, el paramilitarismo es imposible de desarticular, pues trasciende las posibilidades del Gobierno. Este aventajado  analista desecha todas las peticiones y sólo cree que el gobierno podrá ceder en: “(…) Las demás son ventajas para el partido que surja de las FARC: personería automática, dinero extra del Estado, medios de comunicación propios y asiento en el Consejo Electoral”. Y esto lo ve: “como una parte (pequeña) del precio de la paz, o aún como una forma de nivelar la cancha que está desbalanceada, pero también como una competencia desleal en una democracia pluripartidista”.

La verdad es que una oligarquía envalentonada con el respaldo del Departamento de Estado Norteamericano  no cederá ni un milímetro de sus privilegios, solo concederá ventajas en lo referente a las penas, porque a ellos les conviene más que a nadie,  también en la participación en el parlamento y en el CNE, en un canal de televisión y plata para pagar un salario mínimo durante unos meses a las bases desmovilizadas.  Así que en el horizonte de la Paz  con justicia social el panorama se vislumbra claro oscuro.

 El balón de la guerra y la paz, está en la cancha de las guerrillas FARC EP y ELN, los EEUU cederán tanto como cedieron en el TLC firmado con el Gobierno Colombiano.


Y,  como nada cambiará, la guerra continuará con o sin FARC EP y ELN. En todo caso si no hay Acuerdo las FARC EP saldrán fortalecidas, pues el mundo las ha visto  en vivo y en directo, proponiendo salidas civilizadas a la violencia y grave crisis socioeconómica en que la casta dominante ha sumido a las clases menos favorecidas desde siempre;  también, como un grupo cohesionado con una amplia agenda política, y que no son como los tilda la oligarquía una manada de terroristas. 

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