sábado, 26 de octubre de 2013

Un llamado a la reflexión. El viaje de Macfadyen: los ecosistemas marinos en estado crítico.

Por Robert Hunziker, 25 de octubre de 2013 
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Foto: Lindsey Hoshaw
El 3 de octubre de 2013, el Programa Internacional sobre el Estado de los Océanos (IPSO) hizo público su Informe sobre el estado de los océanos. El Informe señala que los océanos se encuentran en un estado crítico.

El Informe de IPSO incluso podría quedarse corto si tenemos en cuenta los datos obtenidos de primera mano en un viaje por el océano del regatista de Newcastle Ivan Macfadyen (1). La historia del Sr. Macfadyen, según lo que dice Greg Ray, es un relato desgarrador de la situación lamentable de los océanos. La historia de su viaje muestra los grandes contrastes entre el viaje que hizo hacer 10 años y ahora, siguiendo la misma trayectoria.

La historia de Macfadyen es tan terrible y espantosa que resulta difícil leerla y luego aceptarla sin que quede un poso de melancolía. Estamos insertos en una terrible pesadilla.

La primera etapa del viaje de Macfadyen

La primera etapa del viaje de Ivan Macfadyen fue desde Melbourne a Osaka, y nunca había visto nada parecido: ni aves, ni peces, ni otro signo de vida.

En el anterior viaje, de hace 10 años, bandadas de aves marinas rodeaban su yate, posándose en ocasiones en el mástil para descansar, y hacia el horizonte podían verse grandes bandadas que rozando las aguas se alimentaban de sardinas. En estos últimos 10 años, el océano ha cambio mucho: no encontró aves marinas en el su nuevo viaje.

También de forma constante en el anterior viaje escuchaba los silbidos y gritos de los pájaros, una especie de sinfonía marina, pero esta vez el silencio era ensordecedor. La gran sinfonía de la naturaleza se había quedado muda. Los únicos sonidos eran el soplido de los vientos y el de las olas golpeando contra el casco del barco, un incesante recuerdo de unas aguas que se mueren.

Por otra parte, en el viaje anterior pudo alimentarse de forma asidua con el pescado que cogía con sólo lanzar un poco de cebo al agua. Atrapó peces de buen tamaño para tener alimentos frescos. Este año sólo pudo capturar dos peces en el trayecto de Melbourne a Osaka, en un viaje que duró 26 días.


De todos modos, como algo inquietante, vio un enorme barco pesquero que faenaba en un arrecife al norte del Ecuador, más allá de Nueva Guinea. Lo más probable es que el pesquero estuviese faenando en esa zona porque, según la IPSO, los arrecifes de coral son el lugar donde residen todavía nueve millones de especies marinas. Macfayden pudo ver cómo el barco accionaba una y otra vez en torno al arrecife, soltando kilómetros de redes para peinar el océano, iluminando durante la noche para continuar con sus tareas. (24/7)

Macfayden y su equipo recibieron la visita sorpresa de una lancha rápida enviada desde una enorme trainera. La tripulación del arrastrero Melanesia ofreció a Macfadyen cinco grandes bolsas llenas de peces que habían capturado en el arrecife. A modo de aparente justificación, los miembros de la tripulación del Melanesia, encogiéndose de hombros y sonriendo, dijeron a Macfadyen que estaban capturando atunes. Todo lo demás, cuando los peces ya habían muerto, eran lanzados de nuevo al mar. Según los tripulantes, las cinco bolsas suponían una pequeña parte de la captura de un día.

Durante su estancia en Osaka, Macfadyen contrató a un nuevo miembro de la tripulación, adquirió más suministros y partió hacia San Francisco.

Las segunda etapa del viaje de Macfadyen

La segunda etapa del viaje de Macfadyen fue más terrible y espantosa que la primera. En efecto, fue otra etapa de muerte, pero todavía más inquietante. Sólo vieron una ballena, por cierto que de bastante mal humor, con un enorme bulto en la frente, en contraste con en el anterior viaje Macfadyen pudo ver a muchas ballenas que jugueteaban y navegaban con gracia por las aguas del océano. También vio con anterioridad tortugas, delfines, tiburones y bandadas de aves que se alimentaban. En su lugar, sólo pudo ver montones de basura, pero nada de tortugas, ni delfines, ni aletas de tiburones que vagasen por las aguas, ni bandadas de pájaros que se sumergiesen en el agua para capturar peces, a pesar de recorrer 3000 millas náuticas desde Osaka a San Francisco.

En buena medida, gran cantidad de la basura procede del tsunami que arrasó la costa de Japón. A menudo, el yate de Macfadyen tuvo que sortear contenedores de gran tamaño, la chimenea de una caldera, marañas de cuerdas sintéticas, cables, postes eléctricos, juguetes, sillas rotas, botellas, plástico por todas partes, así como innumerables redes con trozos de poliestereno. A pesar de que el tsunami es un accidente inevitable, ¿se puede encontrar basura durante un recorrido de más de 3000 millas náuticas?

Cuando el yate de Macfadyen se acercaba a Hawai, con sus claras y brillantes aguas, pudo ver el fondo del mar. Allí pudo comprobar que aquel viaje macabro no se limitaba a la superficie de las aguas, sino que se extendía también por el fondo marino: basura, metales, botellas, contenedores del tamaño de un coche. Esto es algo que nunca había visto.

Estas cantidades interminables de basura esparcidas por el fondo del mar y en la superficie, así como la ausencia de vida, auguran una triste historia y suponen un desafío para la humanidad, que está acabando con uno de sus recursos más apreciados. La historia del Macfadyen es sólo una pequeña muestra de los muchos problemas a que estamos sometiendo a los océanos de todo el mundo.

La acidificación se está convirtiendo en mortal

Lo que viene a continuación es un extracto de una entrevista con el Dr. Alex Rogers, Director Científico del Programa Internacional sobre el Estado del Mar:

“Los cambios que estamos experimentando se producen con gran rapidez...Estando midiendo unos niveles de acidez en el océano que quizás no se hayan visto durante los últimos 55 millones de años...Me resulta muy difícil no decir a la gente que estamos ante una terrible situación. Los océanos están cambiando con enorme rapidez y estoy muy preocupado por mis nietos. Los cambios que pensábamos eran para el futuro, están aquí ya presentes” (2).

Y de acuerdo con Philippe Cousteau, nos enfrentamos a una perspectiva muy real de un derrumbamiento catastrófico de los ecosistemas marinos; la situación es tan grave que ya estamos cambiando la química del océano (3). Un cambio en la química del océano, es decir, la acidificación del océano, es el resultado de la enorme cantidad de dióxido de carbono presente en la atmósfera, dióxido de origen humano, del cual el océano absorbe el 30%. Esta mezcla tóxica ya está poniendo en peligro el ciclo de vida de los mariscos de la costa occidental de los Estados Unidos, con el consiguiente peligro para el sustento de la vida marina, alterando el ciclo reproductivo y el desarrollo de la base de la cadena alimentaria, el fitoplancton.

En este sentido, los oceanógrafos tienen pruebas científicas y documentación que muestran que la acidificación de los océanos causada por los altos niveles de CO2 ya están dañando gravemente a esas maravillosas criaturas que se encuentran en la base de la cadena alimenticia marina, suponiendo un menoscabo para la alimentación de las grandes ballenas (4).

¿Y si el mar se muere? Ésta no es una pregunta absurda. Ya está en marcha una muerte lenta que parece que se está acelerando. Las consecuencias para la humanidad serán terribles: por ejemplo, la mitad de todo el oxígeno del planeta proviene de los océanos y el 90% de todas las formas de vida de este maravilloso planeta viven en el océano.

Esto me trae a la mente la pregunta de qué se puede hacer ante esta inminente tragedia. No sabemos si ya es demasiado tarde. A pesar de estas negras perspectivas ninguna de las principales naciones del mundo está abordando el problema, y en cuanto a la tecnología verde podría ayudar a que la humanidad cambiase su adicción hacia los combustibles fósiles. Esto es algo que hay que hacer con la mayor rapidez posible. De hecho, esto podría ser una de las soluciones para el problema de la acidificación.

¿Quizás limitando la sobrepesca?

Después de todo, este es un asunto de vida o muerte.

Postdata: A pesar de que no es posible conocer el estado del océano a partir de las observaciones realizadas por Macfadyen, espero que este artículo haga a la gente reflexionar, sacándolo este problema a la luz tanto como sea posible. Esperemos que si muchas personas conocen lo conocen, los Gobiernos de alguna manera se vean obligados a revertir sus políticas en favor de energías renovables y limpias, frente a los sucios combustibles fósiles. Entre 1994 y 2009, estas compañías recibieron una subvenciones de 447 mil millones de dólares en los Estados Unidos, frente a los 5930 millones para las renovables (5).

Nota del autor: El contenido de este artículo es bastante pesimista; el relato del viaje de Macfadyen también lo es. Sin embargo, del análisis de decenas de artículos sobre el estado de los océanos, no se puede decir que el océano esté muerto, sino severamente dañado, quizás sea una mejor descripción, pero hay pocas dudas de que los combustibles fósiles están acabando con él. Esto se podría evitar. Vale la pena señalar que hay circunstancias atenuantes en las observaciones de Macfadyen. Para una visión más equilibrada de este viaje, se recomienda la lectura del análisis hecho por Carlos Duarte, profesor y director del Instituto de Oceanografía de la Universidad de Australia Occidental (6).

También vale la pena destacar el éxito del programa de Áreas Marinas Protegidas (AMP) en todo el mundo, especialmente en partes de Madagascar, el Mediterráneo y California, donde se ha tenido éxito en la recuperación de la vida marina. Como señaló François Sarano, un conocido oceanógrafo: “La naturaleza no necesita ser mantenida, sino que sólo necesita un poco de espacio para respirar” (7)
Tomado: Noticias de abajo. 

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