lunes, 30 de diciembre de 2013

Colombia en el 2013

JUEVES, 26 DE DICIEMBRE DE 2013 20:15 LIBARDO SÁNCHEZ GÓMEZ ESPECIAL PARA LA PLUMA

En  Colombia en el  2013 se han producido varios tsunamis sociales los cuales, en buena parte, determinarán el futuro de la nación. El primero llegó como una real posibilidad de solución política a la guerra civil de más de medio siglo, las conversaciones entre las FARC EP y el Gobierno prometían traer la tan anhelada paz con justicia social, pero hasta ahora no se vislumbra  por ninguna parte paz ni  justicia.
Desencanto es lo que se percibe en el ambiente, pues  a las múltiples propuestas de cambios estructurales de tipo social, económico y político lanzadas por los insurgentes el soberbio jefe de negociadores del régimen, Humberto De La Calle Lombana, invariablemente,  contesta: NO. Juan Manuel Santos, envalentonado por el apoyo del imperio USA, está convencido que la guerrilla se siente derrotada, y que se entregará a cambio de unas cuántas curules; pero todo parece indicar que las FARC están dispuestas a resistir otros cincuenta años, saben que el imperio va en franco declive y que la oligarquía sin su apoyo no aguanta un día, y, al fin y al cabo, en la guerra asimétrica no hay afán alguno.
El otro maremoto social vino de parte del sector campesino; primero fue el levantamiento de los cafetaleros; estos mostraron al mundo la panorámica ilusoria de la industria del café, manejada por una burocratizada e inepta Federación; en un contrasentido, Colombia importa el 80% del consumo interno y, no obstante, se muestra como un país exportador de grano. Los cafetaleros, también, enseñaron a no tenerle miedo a los esbirros del ESMAD, poniendo contra la pared al Gobierno de Santos; luego los campesinos del Catatumbo  desnudaron el carácter mentiroso y sanguinario de las castas en el poder. A los reclamos por el incumplimiento de  promesas de vieja data, mejoras en la salud y educación y conformación de algunas zonas de reserva campesinas, la oligarquía les contestó asesinándoles varios de sus integrantes y llevando a la cárcel a su máximo líder Hubert Ballesteros, acusándole de guerrillero. Luego los campesinos productores de papa, leche y pequeños mineros del Valle de Ubaté y Norte de Boyacá, avanzaron como bola de nieve por toda la geografía nacional denunciando como los TLCs firmados a diestra y siniestra están acabando con el agro y la industria nacional; el Paro Agrario Nacional, el cual sigue entre paréntesis, aún,  amenaza con dañarle la reelección a Juan Manuel Santos.
Y en el ojo del huracán se eleva la anunciada destitución e inhabilidad política del Alcalde Mayor de Bogotá Gustavo Francisco Petro Urrego por parte del procurador Ordoñez; situación que ha permitido urdir un gran manto de interpretaciones y lecciones para todos los gustos. Hay consenso general acerca de que un funcionario no elegido en las urnas no debería tener facultades para destituir a otro que haya recibido el favor popular. Para el congreso de los Pueblos, “Este tipo de decisiones niega las garantías políticas para que la oposición participe en la institucionalidad estatal, ya sea en los espacios de gobierno, o en cualquier otra instancia”. Y para la DELEGACION DE PAZ DE LAS FARC-EP: “(…) denuestras gargantas también sale el grito colectivo y nacional que va más allá de un no a una aberrante destitución del alcalde capitalino, porque se trata del grito que expresa el resurgimiento del espíritu de un proceso constituyente en el que deberá sentirse a plenitud el protagonismo del soberano que es el pueblo”.
Una primera lectura de los últimos acontecimientos muestra que en Colombia existe una amplia base popular que cree que se puede construir un nuevo edificio social con ladrillos de izquierda. El amenazado Alcalde Petro cuenta con el respaldo de millares de ciudadanos a los que les gusta la orientación que le ha dado a la administración capitalina. El pueblo raso no está de acuerdo con las razones expuestas por el procurador Ordoñez para castigar al Alcalde, todo lo contrario, el haber intentado, así fuera parcialmente, quitar el negocio de las basuras a los contratistas privados es visto como una hazaña heroica del burgomaestre. El grito colectivo de apoyo a la iniciativa de rescate de lo público por parte de Petro no ha sido sólo a nivel de la capital sino que retumba de peña en peña por toda la agreste geografía nacional, el eco golpea airadamente al omnipotente y omnisciente procurador y asusta al régimen.
Las medidas asumidas por Petro, y que lo tienen al filo de la navaja, son vistas como acciones propias de un político de izquierda. Es indudable que un amplio sector social gusta de las gestiones que defiendan lo público, dejando en claro que los ciudadanos creen que las empresas, que ayer eran del colectivo y hoy están en las huesudas manos del sector privado,  deben volver  a ser manejadas directamente por el Estado. La misma derecha, para ganarse la simpatía de las masas, realiza acciones de tipo socialista y recurre al discurso de la izquierda; por ejemplo, el caballo de batalla de Álvaro Uribe Vélez ha sido  “la seguridad democrática”, siendo en realidad todo un paquete ideológico de ultraderecha; y los seguidores de Peñaloza aprovechan el amor por la naturaleza de la ciudadanía para ganar adeptos, llaman Partido Verde a su agrupación neoliberal, enemiga por esencia de la preservación de los recursos naturales. Así mismo, para mostrase con rostro humano, la oligarquía usurpadora y sanguinaria recurre al asistencialismo, lo más cercano del capitalismo al socialismo; Santos compra unos bultos de papa a los campesinos y los reparte en algunas de las zonas urbanas más deprimidas, de paso pone contentos a los inconformes productores paperos y gana votos entre los más pobres.
Las transformaciones sociales y políticas que buscan los insurgentes en La Habana, los anhelos de los campesinos y las medidas de fortalecimiento de lo público por parte del Alcalde Petro son banderas propias de la izquierda, de la izquierda revolucionaria la cual nadie ve; por eso cabe preguntar ¿dónde está la izquierda  que condena la explotación de los usurpados por los usurpadores, la de la combinación de las distintas formas de lucha, la del uso de las armas para acceder al poder, la de la nacionalización de los recursos naturales y de la tierra, para entregarla a quien la trabaja y la de la superación del fallido sistema capitalista? Lamentablemente en Colombia esa izquierda revolucionaria debe permanecer oculta, pues cuando asoma la cabeza las castas dominantes la decapitan; más de diez mil miembros del partido de izquierda Unión Patriótica fueron sometidos a un premeditado genocidio, urdido y ejecutado desde las más altas esferas del régimen. El líder agrario Hubert Ballesteros está en la cárcel acusado de rebelión por estar al frente de la protesta de los campesinos del Catatumbo; el periodista Joaquín Becerra está en la cárcel acusado de apoyar a los alzados en armas, su pecado ser Director de ANNCOL, medio de comunicación alternativo que aterra al régimen. A piedad Córdoba, liberal progresista, le decretaron la muerte política. Así que la izquierda real tiene que operar como laboriosas hormigas desde los túneles de la clandestinidad.
En actividad está la “izquierda” que hace lo que la derecha le permite y dice lo que ésta gusta oír. Es una izquierda socialdemócrata y en muchos casos, apenas, social liberal. Sus miembros se han acomodado a la izquierda de la derecha y gustan de las inusitadas canonjías que otorga  el parlamento; mientras un trabajador del común gana alrededor de medio millón de pesos un zángano parlamentario obtiene cerca de cuarenta y cinco millones; este sólo hecho amerita un alzamiento en armas. Esta “izquierda”, como la química moderna que obtiene nuevos compuestos a partir de elementos incompatibles, establece sincretismos con inconciliables facciones de la derecha; el Partido Comunista y La Unión Patriótica, con la mira puesta en las próximas elecciones, se amalgamaron con el neoliberal partido Verde; ¿será que los Verdes   giran a la izquierda o la UP y el PCC a la derecha?
La tormenta Petro y procurador Ordoñez, tal vez, termine en empate técnico, es decir que todo siga en medio de un mar calmo, necesario para conducir el barco de la reelección a puerto seguro; no obstante, Petro puede realizar una jugada maestra, podría aceptar su destitución, pero sin inhabilidad alguna; convertido en la gran víctima catapultará automáticamente su aspiración presidencial en el mediano plazo.
A los rebeldes negociadoras en La Habana el régimen les envía un mensaje con un contenido filosófico simple y a la vez profundo, tendrán que abandonar la lucha armada a cambio de nada. Y si algún día logran acceder a cargos administrativos, como lo hizo Gustavo Petro, jamás deberán intentar alterar las reglas.
Amargo sabor dejó en la opinión general el Congreso de la República, demostrando que es un ente inútil para llevar a cabo las transformaciones sociales que requiere el país. Sus miembros hacen gala de total desprecio por sus electores; aprobaron leyes contrarias al interés popular; el peor desafuero fue la Ley del Fuero militar, que iría a profundizar la violación de los derechos humanos. Afortunadamente la corte constitucional la declaró inexequible. Certificaron la reforma a la Justicia, incluso, sin que el presidente de la Cámara el delfín simón Gaviria la hubiese leído; esta vez la presión popular impidió que el presidente Santos la firmara. También, en vez de anularla, aprobaron la reforma de la Ley 100, autoría del “Gran Colombiano”, fortaleciendo de paso a las voraces EPS.
Como epílogo, en el horizonte cercano nuestra realidad queda sembrada de azarosos interrogantes, ¿se firmará la anhelada paz con justicia social en La Habana? ¿Petro seguirá frente a la Alcaldía Mayor de Bogotá? ¿El Paro Nacional Agrario dará al traste con la reelección presidencial de Santos? Amanecerá y veremos.
Libardo Sánchez Gómez especial para La Pluma, 26 de diciembre de 2013

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