martes, 5 de agosto de 2014

Efecto cuna y la Educación a Distancia en Colombia


Libardo Sánchez Gómez

Desde 1975 en Colombia se han venido ofreciendo a lo largo y ancho del país programas académicos a distancia, hoy hay más alumnos en la modalidad a distancia que en la presencial, aunque, no siempre han sido  virtuales ya que “artefactos” como las  TIC´s se han incorporado al modelo a distancia  tan sólo en los últimos años, sumándose a los textos que imponen, según Rubén Ramos, “(...)modelos ajenos a las condiciones económicas, sociales, políticas y culturales de la pobreza y desigualdad en nuestros países”  (Educación a distancia: ni modalidad pedagógica ni aprendizaje autónomo, Capital Cultural y reproducción, Lima – Perú, marzo 2014).  La realidad es que la presencia de la  EAD no se ha traducido en superación del subdesarrollo a nivel nacional. La pobreza y desigualdad social se han venido incrementando, guardando  relación directa con el enriquecimiento de unos pocos individuos. Según la UNESCO (UNESCO: 2002,12)    “el aprendizaje abierto y a distancia constituye un aumento de las oportunidades para superar las urgencias de los más necesitados y convertirse en miembros cabales de la actual sociedad del conocimiento”, ¿será cierta tan meliflua aseveración? El adagio popular dice que “no todo lo que brilla es oro”, y que “de eso tan bueno al bobo no le dan tanto”; por lo menos, para Rubén Ramos, esto no es más que una falacia, ya que dicha premisa “(…) responde al interés geopolítico imperialista de subsumir culturas ancestrales en la continuidad del orden mundial capital, manipulando necesidades sentidas”.

La realidad ha demostrado que en la EAD, tanto o más que en  la educación presencial, en los países neocoloniales, se manipula la información, convirtiendo al estudiante en un “mero operador  de artefactos, un lector pasivo de textos (cuando sabe y puede leer), un usuario mecánico de información”. Después de muchos años de haberse implantado el modelo de educación a distancia en Colombia se encuentra que  la EAD está formando profesionales de pésima calidad, tanto que dentro de las mismas universidades que ofrecen la modalidad a distancia, caso universidad Santo Tomás, los alumnos del área presencial se quejan de que los que siguen la virtualidad afectan la calidad general tanto que peligra la acreditación lograda.

El  hecho que el uso del INTERNET sobre todo de la red mundial (www)  permita acceder a la información en cualquier lugar del planeta no es garantía de excelencia, que facilite  a ciencia cierta cumplir los objetivos de desarrollo de las comunidades más necesitadas. Solamente se cumplen las expectativas de quienes promueven a nivel global la orientación educativa: BM, OCDE, OMC, USAID, organismos de cooperación internacional, en realidad transnacionales de penetración del neoliberalismo.

La educación como un “servicio” por el que se tiene que pagar lleva inflexiblemente a que termine en manos privadas. En Colombia esto sí que es cierto, la educación superior prácticamente es un negocio exclusivamente en manos de los curas.   Precisamente   la Universidad Santo Tomás de los Dominicos (Orden de los Predicadores) fue la primera Entidad religiosa que inició la modalidad a distancia en Bogotá. Hoy casi todas las universidades ofrecen programas en la modalidad virtual. Tanto en la universidad pública, Universidad Nacional Abierta y a Distancia UNAD, como en las privadas la teoría pedagógica impuesta desde siempre ha sido la conductivista de base positiva la cual, en palabras de Rubén Ramos,  conduce a “automatizar los aprendizajes, los comportamientos, las actitudes desde el principio mecánico estímulo respuesta”, sacrificando la creatividad, la reflexión, la crítica, el pensamiento, la comprensión y la acción, propias de la teoría cognitiva de base fenomenológica.  

 La  EAD se ha convertido en un valor agregado al comercio educativo, por cierto, de alta rentabilidad; y  para disminuir costos se contratan docentes a los que se les pueda pagar cualquier salario. Poco importa la experiencia en investigación  y/o el nivel académico del contratado sólo se requiere que sea una correa  transmisora acrítica del pensamiento neoliberal. Incluso el docente (tutor) no debe ser exigente en el rendimiento académico al punto que pueda hacer perder asignaturas a sus alumnos, ya que estos optan por abandonar la Institución educativa,  afectando de paso la rentabilidad del negocio. Cuando esto sucede el docente debe rectificar su prurito de exigencia  o, de lo contrario,  tendrá que abandonar el plantel. Y si el docente es (debe ser) acrítico la posibilidad de   dicencia del  aprendiente es nula, la crítica se asume como falta de respeto y un atentado contra la estabilidad institucional. Asunto que se refleja a nivel general, pues la protesta (crítica) social es judicializada, criminalizada y reprimida  militarmente. Según el autor citado,  “la EAD está trastocando el sentido de cambio social por el de colonialismo mediático, el de movilización social para reestructurar las relaciones de poder por el de movilidad social, el de liberación por el de alienación”.

Ramos deja en claro que “la sumisión neocolonial se rinde a las políticas y estrategias impuestas por los organismos internacionales”. Entonces, la EAD mediante su lenguaje (metalenguaje) e intencionalidades sirve para encubrir la lucha de clases, la confrontación entre capital y trabajo y la intensa desigualdad que deja el crecimiento económico cuyo  beneficio es exclusivo de las organizaciones transnacionales y de algunos burócratas corruptos.

Como el origen social (extracción de clase) y los aprendizajes y representaciones del entorno social, asumidos como Capital cultural, no son tenidos en cuenta en los diferentes modelos educativos, el éxito o el fracaso escolar no son el resultado de aptitudes naturales, de las TIC´s o de la misma EAD. El individuo hereda bienes genéticos y/o riqueza. Puede nacer con capacidades de genio pero el hambre consigue volverle idiota.  Ya que el Capital cultural se hereda de y en la respectiva clase social, por lo tanto la situación de pobreza de los campesinos, obreros y desocupados no se revierte asistiendo a la escuela.

“El efecto cuna”  (transmisión intergeneracional de la pobreza) según Brunner (2010) es quien lleva al éxito o fracaso. Además, el hambre va de la mano de la pobreza, y como no se aprende con el estómago vacío, es una situación que los organismos de financiación aprovechan  para imponer sus “préstamos Buitre” con el pretexto de atender el desayuno escolar y  proporcionar becas educativas, obteniendo de esta manera “beneficios del hambre de los pobres”.  Y este “efecto cuna” hace parte de la correa transmisora intergeneracional no solo de la pobreza económica y genética  de padres a hijos sino de la pobreza intelectual de docentes a alumnos; como ejemplo, en mi experiencia personal, encontré que la mayoría de colegas docentes durante el periodo presidencial de Álvaro Uribe eran neoliberales uribistas enemigos de cualquier solución negociada al conflicto interno armado, social y económico que desangra al país durante varias décadas, pero en el gobierno de Juan Manuel Santos, como por arte de magia, se tornaron en abanderados de la paz santista y contrarios a los llamados a la solución de tierra arrasada propuesta por Uribe a través de su marioneta Oscar Iván Zuluaga. Esa pobreza de conciencia de clase y conceptual general es la que guía el accionar de los futuros profesionales.

El Informe Coleman efectuado en EEUU por James Coleman en 1966, dejó en claro que, definitivamente, la desigualdad social es la determinante fundamental del subdesarrollo  en que vivimos subsumidos, independientemente del modelo educativo que se elija, “(…) la calidad de la enseñanza no guarda una relación consistente y significativa con el rendimiento  educativo”.  Eso  sí, hay que  dejar en claro que la EAD,  la cual es dirigida  precisamente a las  clases más pobres,  es una apuesta educacional que alarga el camino del desarrollo.  Brunner   corrobora lo primero  cuando afirma  que “los rendimientos escolares dependen de las condiciones del hogar”, es decir,  de los antecedentes familiares o sea del Efecto cuna.

Diversas investigaciones han llegado a la conclusión que las experiencias tempranas son las que determinan si la arquitectura cerebral es provista o no de una base eficiente para el aprendizaje. Y, según Brunner, es en el periodo de los tres primeros años de vida en el que se determina “la capacidad cognitiva, lingüística, social, emocional y motora. Lo obtenido durante este corto periodo será poco o nada modificado a lo largo de los años de escolarización”.  Nada más cierto,  era de esperar que, dada la realidad de pobreza e inequidad impuestas por un puñado de oligarcas  a la  vasta  mayoría, hombres y mujeres  deberían  apoyar masivamente  a quienes se han rebelado y, hoy, exploran la posibilidad de un arreglo negociado al conflicto, pero por el contrario el grueso del pueblo anda al lado de los vándalos  en el poder y sus estructuras económico-sociales.


















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