domingo, 18 de octubre de 2015

Las Distorsiones del Conflicto Colombiano

Libardo Sánchez Gómez

Aunque parece tarde aún hay tiempo para iniciar un debate a profundidad sobre el proceso de paz que se discute en la Habana. Existe un sector de aúlicos de  la paz, sin condiciones, que   aplauden a rabiar cada nuevo avance, que acerca     las guerrillas a su entrega definitiva, sin importar que para la sociedad en su conjunto este hecho no represente ningún beneficio. Hay que insistir en que no  se defiende la guerra por la guerra.  Al respecto Níkolas Stolpkin ayuda  a despejar dudas, Él afirma: "Que quede claro: no estamos en contra del proceso de paz en Colombia, estamos en contra de que se desconozca la HISTORIA de lucha de nuestros pueblos y, peor aún, que se desconozca la NATURALEZA misma del sistema capitalista cuando ve amenazado sus intereses. La FARC-EP podrán abandonar la lucha armada y todo lo que quieran, pero las ESTRUCTURAS del sistema opresor colombiano se mantendrán INTACTAS". El siguiente artículo de Matt Peppe, propuesto por Níkolas Stolpkin, puede ser el punto de partida de un necesario debate acerca del actual proceso de paz colombiano.


Las Distorsiones del Conflicto Colombiano


Por: Matt Peppe

Hace semana y media la noticia desde la Habana fue que las FARC (fuerzas armadas revolucionarias de Colombia) y el gobierno colombiano habían definido que el acuerdo final de la paz sería firmado en un plazo de seis meses. La noticia fue aclamada como un paso importante en la solución de un conflicto que lleva más de medio siglo y como una oportunidad para lograr la paz del país. No obstante, los medios masivos de comunicación que siempre recitan la retórica del gobierno, omiten reconocer las causas principales de la violencia y la inevitabilidad de que esta continuará en el futuro.

A lo largo de décadas, la política del gobierno colombiano ha sido una estrategia de seguridad nacional de contrainsurgencia, desarrollada a finales de los años 50 bajo el auspicio del ejército de los Estados Unidos. El objetivo del gobierno de Estados Unidos era mantener un sistema político amigable para los negocios mediante la implementación de políticas económicas que favorezcan a las corporaciones multinacionales y al capital extranjero. Cualquier resistencia a tales políticas era considerada subversiva, y las personas que simpatizaban con tal resistencia eran estigmatizados como enemigos internos que debían ser eliminados o neutralizados por medios militares.

La retórica de la doctrina de seguridad nacional sostiene que si se elimina la amenaza insurgente la paz será restaurada. La presunción implícita en esa doctrina es que los rebeldes de las FARC han sido siempre el bando que se atraviesa en el camino de la paz.Según esta interpretación, cuando las FARC iniciaron sus operaciones militares el Estado tenía que responder en beneficio de la nación en su totalidad organizando una respuesta contraguerrillera.

Pero esta narrativa es históricamente equivocada. El conflicto colombiano no es una pelea del conjunto de la sociedad contra un grupo de guerrilleros, sino una batalla de un grupo minoritario de élites que controlan el aparato estatal contra la mayoría de la población.

“Como en muchos otros países latinoamericanos, las semillas de la desigualdad social actual y la lucha por la concentración de la tierra y recursos de Colombia la podemos encontrar en el control ejercido por una minoría minúscula, igual que en el despojo progresivo de la mayoría de la gente, lo cual tiene sus raíces en el colonialismo del siglo XVI,” explica Jazmín Hristov en su libro Sangre y Capital: La Paramilitarización de Colombia. [1]

Una vez las FARC se constituyeron en el ala armada del Partido Comunista en Colombia, la doctrina contrainsurgente - desarrollada por el ejército de EEUU y codificada en manuales que fueron distribuidos desde los años 60 - instruyó a sus contrapartes colombianas a que consideraran cualquier forma de lucha por la justicia social o reforma democrática como forma de insurrección comunista. Además de los rebeldes armados, miembros del clero, académicos, líderes sindicalistas, defensores de derechos humanos, y otros miembros de la sociedad civil han sido convertidos en blancos insurgentes potenciales.

Para extender su alcance en la sociedad colombiana, el gobierno autorizó legalmente el paramilitarismo en 1965 con el Plan Lazomediante la conformación de “fuerzas de defensa civiles” armadas  e integradas al sistema militar colombiano [2]. Estas fuerzas sirven al objetivo del gobierno de preservar el status quo realizando su trabajo sucio a través de escuadrones de la muerte, asesinatos, tortura, intimidación y desapariciones, al tiempo que proporcionan el encubrimiento y un aparente distanciamiento del Estado en sí mismo.

El conflicto colombiano no puede ser entendido correctamente sin el reconocimiento de la naturaleza verdadera de los actores implicados y los intereses que estos representan. “El paramilitarismo nunca ha sido, mucho menos ahora, un tercer actor aislado (el estado y las guerrillas son los otros dos), tal como es presentado en los discursos oficiales de seguridad nacional,” escribe Hristov. [3]

Escribiendo en el New York Times luego de que el acuerdo sobre justicia fuera anunciado, Ernesto Londoño dice que la “lucha de tres vías entre las facciones de la guerrilla, las fuerzas del gobierno y las bandas paramilitares de la derecha que a menudo actuaban como testaferros del estado habían asesinado a más de 220.000 personas y desplazado alrededor de 5.7 millones.”

Dan Kovalik, profesor de derechos humanos internacionales en la escuela de leyes de la Universidad de Pittsburgh, controvierte la noción de que los paramilitares simplemente operan de vez en cuando como testaferros: “Es imposible hablar de los paramilitares como actor separado del Estado colombiano, porque es el estado colombiano el que ayudó a crear los paramilitares; y los grupos defensores de derechos humanos han concluido año tras año que el Estado les ha suministrado las armas, ayuda logística y ha realizado incluso operaciones conjuntas. Incluso las cortes federales cuando han sido confrontadas con estas preguntas, bajo la Alien Tort Claims Act, han concluido que los paramilitares están tan integrados con el Estado que sus acciones criminales constituyen una acción del Estado.”

Además de la inexactitud al describir el conflicto, la declaración de Londoño utiliza estadísticas de la violencia acumulada sin distinguir quién es el actor responsable de las muertes y  desplazamientos. Más adelante en su columna, Londoño culpa implícitamente a las FARC de la mayoría de la violencia: “docenas de víctimas viajaron a La Habana para hablar sobre los abusos que sufrieron a manos de los líderes de la guerrilla. Algunas implicaron a las fuerzas del gobierno en actos brutales… Los tribunales especiales de guerra que el gobierno intenta crear para juzgar crímenes serán asimilados a cortes de canguro por quienes han estado a favor de una derrota militar de las FARC.”

Si uno acepta la retórica de la seguridad nacional según la cual la mayoría de la violencia perpetrada por el gobierno equivale solo a un daño colateral como resultado de la reacción a la agresión insurgente, entonces las guerrillas serían responsables de la mayoría de muertes y lesiones. Pero éste es apenas un caso.

Kovalik anota que los “grupos defensores de derechos humanos han concluido consistentemente que el Estado colombiano y sus aliados paramilitares cometen la mayor parte de las violaciones de derechos humanos en el país - en los peores años, por lo menos el 80% de los abusos han sido atribuidos a estas fuerzas.”

La intervención del gobierno de EEUU y el Plan Colombia

Londoño también elogia la política de EEUU señalándola como la generadora del ímpetu para alcanzar la paz: “La intervención por la fuerza de Washington en la guerra, la cual comenzó hacia finales de los 90s, permitió que el gobierno colombiano debilitara a las FARC y en últimas sentara las bases para las actuales negociaciones de paz.”

La política contrainsurgente de Washington es vista no sólo como un instrumento para la paz, sino como el factor principal que permitirá su logro. Es increíble como el revisionismo histórico retrata al instigador y patrocinador de la violencia masiva que ha perdurado por décadas como un intermediario honesto para terminar esta violencia.

En realidad, la intervención de Washington comenzó 40 años antes del tiempo al que se refiere Londoño, y esa intervención fue la que agudizo la guerra que ha azotado al país desde entonces. Cualquier evaluación objetiva de la política exterior de EEUU en Colombia ha encontrado que ésta ha sido un absoluto fracaso. Bajo la dirección, financiamiento y entrenamiento de los EEUU, el Estado colombiano ha mostrado uno de los peores historiales en respeto de los derechos humanos en el hemisferio. Muchas organizaciones de derechos humanos dan testimonio de esto, y han exigido el fin de la ayuda militar de EEUU a Colombia.

“Año tras año la política de EEUU ha ignorado las evidencias y peticiones de las Naciones Unidas, de organizaciones no gubernamentales colombianas e internacionales y del pueblo de Colombia. El plan Colombia ha sido un fracaso en todos los aspectos y los derechos humanos en Colombia no mejorarán hasta que haya un cambio fundamental en la política exterior de EEUU,” declara la oficina de Amnistía Internacional en los EEUU.

Un informe de la ONG de derechos humanos Human Rights Watch dice: “toda la ayuda para la seguridad internacional debe ser condicionada a acciones explícitas del gobierno colombiano encaminadas a cortar conexiones, en todos los niveles, entre el ejército y los paramilitares. Los abusos atribuidos directamente a los miembros del ejército colombiano han disminuido durante estos últimos años, pero en el mismo período el número y magnitud de los abusos atribuidos a los grupos paramilitares que operan con el consentimiento de los militares o con su abierto apoyo, se han elevado súbitamente.”

El profesor e historiador de Bogotá Renán Vega Cantor, en un estudio sobre la presencia de EEUU en Colombia, escribe que: “El terrorismo de Estado que se perpetúa en Colombia desde finales de la década de 1940 se alimenta tanto del sostén militar y financiero de los Estados Unidos, como de los intereses de las clases dominantes criollas, para preservar su poder y su riqueza y negarse a realizar elementales reformas económicas y sociales de tipo redistributivo.”

Lo que el New York Times y los medios masivos omiten en su análisis es que el sistema sociopolítico colombiano neoliberal actual necesita la continuación de la violencia para acomodar el capital.

“La guerrilla no fue la causa del conflicto colombiano sino por el contrario, uno de sus síntomas, y simultáneamente se convirtió en un factor contribuyente en el sentido de que su misma existencia sirve de pretexto y  justificación para la violencia y la militarización por parte del Estado; lo cual desafortunadamente ha hecho que la presencia de la guerrilla sea utilizada por el establecimiento para legitimar la violencia sobre las fuerzas sociales que desafían el poder de las clases dominantes,” escribe Hristov en su ultimo libro, Paramilitarismo y Neoliberalismo: Sistemas Violentos de la Acumulación de Capital en Colombia y Más Allá. [4]

Hristov dice que si el gobierno quiere satisfacer las demandas de las FARC, tiene que invertir en programas sociales a expensas del aparato militar y políticas de seguridad actual. Pero como estos sistemas le sirven a esa estructura económica neoliberal que transfiere la tierra y los recursos de las masas populares a una minúscula minoría elitista, es ingenuo pensar que esos cambios ocurran.

“Incluso en una era post-FARC el Estado tendría siempre pretextos, recurrirá a las BACRIM [bandas criminales que tienen raíces en los grupos paramilitares presuntamente desarmados] o a la existencia de otros grupos guerrilleros, para mantener el desbordado nivel de militarización,” escribe Hristov. [5]

La representación del conflicto colombiano en el New York Times y otros medios masivos es una réplica de la propaganda estatal, haciendo eco a la doctrina de seguridad nacional, propaganda que oculta la violencia inherente al sistema económico colombiano que ha ocasionado la perpetuación del militarismo y la represión en el país.

Si bien cualquier acuerdo de paz que ofrezca la perspectiva de reducir el derramamiento de sangre es bien recibida, el hecho de que el Estado colombiano continúe sometido al consenso de Washington y a su modelo socioeconómico neoliberal, significa que el país se dirige inevitablemente hacia la continuación de la violencia, el despojo, y el sufrimiento de la inmensa mayoría de la población.

Solo cuando el gobierno colombiano y los medios masivos de comunicación occidentales reconozcan que la intervención de Washington exacerba la violencia en lugar de minimizarla, tal vez entonces Colombia pueda empezar a liberarse a sí misma y a buscar una paz duradera y con justicia social para todos sus habitantes.

Referencias
[1] Hristov, Jasmin. Blood and Capital: The Paramilitarization of Colombia. Ohio University Press; 1 edition, 2009. Kindle edition.
[2] Ibid.
[3] Ibid.
[4] Hristov, Jasmin. Paramilitarism and Neoliberalism: Violent Systems of Capital Accumulation in Colombia and Beyond. London: Pluto Press, 2014.  (pg. 153)
[5] Hristov, 2014 (pg. 157)
Título original: Misrepresentation of the Colombian Conflict
Traducción: La Colombia Invisible
Corrección de detalles en la Traducción: Stolpkin.net
Negritas: Stolpkin.net

jueves, 15 de octubre de 2015

Un millón de personas están en pobreza extrema y exclusión en España

Un millón de personas están en pobreza extrema y exclusión en España

by el comunista

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Tener un trabajo no aleja la pobreza, que se ceba especialmente con los niños.

La Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en el Estado Español (EAPN-Es) alertó este jueves de que un millón de personas viven en España en situación de pobreza extrema y exclusión social, lo cual implica tener unos ingresos mensuales inferiores a 332 euros, que las personas que pueden trabajar en el hogar lo hagan en jornadas de menos de dos horas y que se enfrentan a privación material severa, por lo que, por ejemplo, no pueden poner la calefacción, consumir carne o pescado dos veces por semana ni ir de vacaciones.
Además, EAPN-Es subrayó que en total casi 14 millones de personas viven en riesgo de pobreza y/o exclusión social en España. Esto se debe a que, con la crisis, España "ha alcanzado cifras récord de pobreza, desigualdad y privación material severa". Estas son algunas de las conclusiones del V Informe 'El Estado de la Pobreza. Seguimiento del indicador de pobreza y exclusión social en España 2009-2014', presentado este jueves en Madrid.
En concreto, el 2,3% de la población que sufre los tres factores de desigualdad estudiados (desempleo, pobreza y privación material), lo que supone que 1.075.741 personas se encuentran en la peor situación económica y social posible.
El indicador de riesgo de pobreza y exclusión europeo (Arope) alcanza al 29,2% de la población española. Es decir, afecta a un total de 13.704.003 personas. El indicador incluye a quienes experimentan alguno o varios de los tres factores de desigualdad: pobreza relativa (que afecta al 22,2% de la población); privación material severa (7%, lo que supone más de tres millones de personas) y baja intensidad de trabajo en el hogar (17,1%).
POBRES CON TRABAJO
El sociólogo e investigador que ha elaborado el informe, Juan Carlos Llano, incidió en que "la pobreza depende más bien de políticas, más que de economía.
Por ejemplo, en Estados Unidos se viene hablando de los pobres con empleo desde el año 2000. Y aquí ya vamos avanzando en ello. Es la política neoliberal".
En este sentido, se recordó que con la crisis económica ha cambiado el perfil de las personas que se encuentran en las peores condiciones, pues tener un empleo o una pensión no significa hoy en día no ser pobre. Hay personas adultas con trabajos o pensiones en el 11,8% de los hogares en pobreza, y un 2,1% que sufren tanto pobreza como privación material, que disponen alguno de esos ingresos.
Hasta 2013, el problema del desempleo tenía un peso crucial en el riesgo de pobreza y exclusión. Con los datos de 2014, se observa que la gran subida del Arope se debe al aumento de la pobreza, pues este supuesto aporta el 75% del peso del indicador.
POBREZA INFANTIL
EAPN también mostró preocupación por el aumento de la tasa de pobreza entre los niños, pues mientras los mayores se ven menos afectados, la pobreza infantil ha aumentado. Después de una tendencia a reducirse, en 2014 se produjo un incremento de 3,4 puntos porcentuales, y se ha colocado en el 30%.
También la infancia es la más perjudicada en cuanto a las tasas de privación material, y el problema se extiende a las familias con hijos.
Los hogares monoparentales con uno o más hijos presentan la situación más grave, con una tasa de privación material severa de 53,3%, mientras que la tasa del resto de hogares es del 29,2%. "Tener hijos aumenta el riesgo de exclusión social", sentenció el presidente de EAPN España, Carlos Susías, que dudó que mantener a un menor suponga el 30% del gasto de un adulto, como definen los parámetros oficiales para estudiar la pobreza.
MODELO DANÉS
Susías subrayó que "fortalecer las estructuras de rentas mínimas y los empleos de calidad ayudarían a erradicar la pobreza", una situación que, en su opinión, "no es un castigo divino", sino "consecuencia de las políticas que se hacen en la UE".
Por su parte, Graciela Malgesini, responsable de Asuntos Europeos e Incidencia Política de la Red, puso como ejemplo el modelo "danés" implantado en el País Vasco, que junto con Navarra, son las comunidades autónomas con menos pobreza en España, apreciándose notables diferencias entre el norte y el sur del país. Este modelo, destacó la experta, contempla las políticas sociales como inversión, "no como gasto". La falta de esas políticas en el conjunto del país explicarían que España sea el segundo país "más desigual" entre ricos y pobres. De hecho, los datos de desigualdad apuntan a que el 10% de la población más rica posee la cuarta parte de la riqueza del total de España.
Por comunidades, Ceuta y Murcia tienen las mayores tasas de Arope, con el 47,9% y el 44,9%, respectivamente, frente al 14,5% y el 15,3% de Navarra y el País Vasco. Es decir, la desigualdad se manifiesta en 30 puntos porcentuales de diferencia entre comunidades.
Fuente: servimedia

martes, 13 de octubre de 2015

El “ternurismo” de las FARC-EP

El “ternurismo” de las FARC-EP


Libardo Sánchez Gómez

La “paz”,  vacía de cualquier contenido social, que, aún, se discute entre las FARC y el Gobierno de Juan Manuel Santos y  que está ad portas de concretarse en la “mesa de sometimiento” en La Habana, nació como un anzuelo, para apuntalar su reelección,    así lo  entendió todo el mundo menos las FARC quienes  lo mordieron  y quedaron enganchadas para siempre.

El punto final de la lucha armada que se avizora en la “mesa de sometimiento” de La Habana (¿victoria,  derrota, cansancio?) por parte de las guerrillas colombinas, por ahora de las FARC, el ELN está haciendo fila para entrar al proceso,  tiene y tendrá en el futuro mediano múltiples explicaciones o interpretaciones las cuales son difíciles de precisar, por lo tanto no son objeto de este escrito.  Pero en cambio sí es dable pasar la vista de reojo sobre los     desarrollos  y,  probables,   resultados de dichas conversaciones entre  FARC - Gobierno.  ¿“Mesa de sometimiento”? La  plena aceptación por parte de   los insurgentes de las líneas rojas    trazadas por   la oligarquía así lo indica; da la impresión que  las FARC-EP actúan con afán y como si   hubiesen sido derrotados en el campo de batalla.  De las posiciones altivas iniciales de los rebeldes ya no quedan sino ecos inaudibles. Sus líneas rojas, una tras otra,  han sido borradas y reemplazadas por los infranqueables muros rojos del Gobierno. Comenzaron aceptando  que  ellos  no son ni  han sido víctimas del régimen inhumano y criminal sino crueles victimarios. Así mismo,  del “no pagaremos un solo día de cárcel”   pasaron a  negociar algún cómo y cuándo someterse a los caprichos jurídicos de la burguesía.  Y   el grito de “tierra para el que la trabaja” quedó atrapado en una de las tantas  “salvedades”, línea roja no negociable   por parte de la oligarquía agraria.

Sorprendió  el elevado grado de “ternurismo del  comandante Timochenko, expresado durante la entrevista concedida  por éste a Piedad Córdoba”, el ternurismo del curtido guerrero, tal vez, está influenciado por el alto consumo en la selva de carne de cerdo salvaje (pecarí de dientes acerados)  Manuel Marulanda, el comandante de hierro, desde el  universo paralelo en que se encuentre  se dirá para sus adentros que  su   sucesor tiene “corazón de pollito”. Y hablando del acero, metal conque se forjan los guerreros, a  Timochenko se le nota mucha “fatiga del metal”. Las lágrimas que le afloraron indican que el oficio de la guerra,   del de  entonces, ya no es su oficio; desde luego “lágrimas  de hombre, porque los hombres no tienen como las mujeres débil el alma”.

 Y sorprenden las tácticas y estrategias  de los negociadores de las FARC, en cualquier tipo de negociaciones, sobre todo de tipo político, es de esperar que, a medida que avanzan las conversaciones, las partes traten de mejorar su  posición mediante el endurecimiento de su accionar en el terreno. Pero las FARC escogieron la táctica   del “auto ablandamiento”, comenzando con el cese unilateral de fuego y   continuando con la suspensión de las rutinas de entrenamiento militar al interior de sus frentes. ¿Qué tal que Santos, como es de esperar, convierta las salvedades pendientes en líneas rojas no transables? ¿Y qué tal que, tampoco nada raro, sabiéndolos que andan ensayando bambucos y pasillos, para el día de la entrega de las amas, le dé por copar los campamentos o por difuminarlos desde la estratosfera con bombas de quinientos kilos? 

En Colombia, sobre todo los campesinos desheredados  y los despojados de su tierra,   esperan que,  por lo menos,  las salvedades   referentes a la estructura de tenencia de la tierra sean  peleadas con dientes y uñas por parte de los rebeldes, pero ahora con su capacidad militar menguada poco podrán hacer;   la oligarquía terrateniente las defenderá a sangre y fuego, ésta por las buenas no está dispuesta a ceder un milímetro  de sus vastos latifundios.   Las  FARC no pueden olvidar que esa es su razón de ser,  la violencia y saqueos ejercidos contra los minifundistas  fue el  leitmotiv   que llevó a Manuel Marulanda Vélez y sus coterráneos a empuñar el fusil contra la oligarquía hegemónica usurpadora.    Es meridianamente cierto que mientras     no cese la concentración de tierras  y el  vandalismo contra los campesinos, alguien empuñará las armas. 

Es claro que la  guerrilla está decida a dejar el quehacer guerrero para buscar  por la vía política las transformaciones que ellos y el pueblo anhelan, ¿pero  el camino   que caminan para lograrlo será el camino correcto?  ¿Las FARC avanzan por la vía que    los pazólogos (seudo izquierda sin conciencia de clase, pro capitalista, social demócrata, anti socialista y   amaestrada por la burguesía) les indica? Los  pazólogos sostienen que depuestas las armas se abre la senda de las transformaciones socioeconómicas, largamente esperadas, pues los fusiles son el principal obstáculo para el cambio. En el imaginario de la auto llamada “izquierda democrática”,  la   lucha de clases es, apenas, un “trasnochado embeleco” dado que las relaciones entre los sin nada y la todopoderosa oligarquía nacional y transnacional es de plena armonía. Pero   la realidad   tozuda contradice su ilusa postura sociológica.   Y, como en un contrasentido, la oligarquía termina siguiendo al pie de la letra a Marx, pues ésta sí combina  perfectamente todas las formas de lucha y ejercita al máximo el odio de clase. Su  delicado sentido del olfato no tolera el hedor de la pobreza, los pobres les huelen a pobre.  Y  en su  accionar violento contra los sectores populares no muestran el más mínimo “ternurismo”.   Su lógica clasista, inspirada en la teoría de “la seguridad nacional” y del “enemigo interno”, les lleva al asesinato selectivo de líderes de la oposición de izquierda, sindicalistas, estudiantes, campesinos reclamantes de tierras y participantes de las mesas agrarias, entre otros. Por la misma vía sindican, encarcelan y eliminan a cualquiera que amenace sus privilegios de clase.

Otro aspecto que la “izquierda democrática” (¿un tanto paralela a la “seguridad democrática”?) deja de lado es que la burguesía transnacional a  partir de la estructura económica, léase capitalismo globalizado colonial, ha armado las superestructuras al tamaño de sus ambiciones, así que el ordenamiento jurídico, la cultura de la violencia, la educación,   la información, la religión (los altos jerarcas caminan hombro a hombro con los poderosos) aseguran la preservación perpetua de sus privilegios.  Esas son las condiciones socioeconómicas impuestas por el Régimen, para entrar a negociar con los insurgentes,  escenario, a la vez, aceptado por la insurgencia.


La  oligarquía tiene miedo que en  Colombia,  una vez desarmadas las guerrillas,    ocurra como en Centroamérica, Venezuela, Ecuador y Bolivia,  donde sectores  progresistas (¿populistas?) vía las urnas accedieron al poder. Por eso la burguesía criolla desde hace décadas se viene preparando para evitar que eso pueda ocurrir. El concepto del “enemigo interno” es el principal eje de su accionar político militar.   Así que para anular el peligro político que representan las guerrillas sin armas, las clases hegemónicas    disponen de miles de militares y paramilitares, los cuales en diversas partes del país   ya están afinando  las motosierras para danzar  el baile rojo de la muerte con los guerrilleros reinsertados. Eso ya lo practicaron con cientos de desmovilizados del EPL y lo hicieron con miles de militantes de la unión Patriótica.   Fatalmente eso no podrá cambiarse tan fácilmente, menos en los cuatro meses que hacen falta para poner punto final a los acuerdos. ¿Qué harán las FARC para evitarlo?

miércoles, 7 de octubre de 2015

"Uribe, no pierda esta oportunidad de reconciliación"

Entrevista en La Habana a Rodrigo Londoño Echeverry, “Timochenko”, máximo comandante de las Farc

El Espectador


-Usted es considerado por algunos medios un terrorista y nadie cree que un terrorista tiene mamá y papá. ¿Cómo es esa historia?-Nací en La Tebaida, 20 días después del triunfo de la Revolución Cubana. Mis padres eran paisas, de la ola que colonizó Quindío. Les tocó vivir la Violencia. Aprendí a leer en una Biblia que me regaló mi madre. A los 13 años me fui de la casa a rebuscarme la vida, por una diferencia con mi papá, un liberal que terminó comunista. Leía a María Cano, a Gaitán, a Torres Giraldo y oía Radio Habana Cuba. Regresé a vivir con una tía y a acabar bachillerato e ingresé a la Juventud Comunista muy muchacho.
-¿Cómo llegó a la guerrilla?

-La muerte de Allende me dejó una profunda marca: la vía democrática estaba cerrada. Leí los Cuadernos de Campaña de Marulanda y me dio por buscar la guerrilla. Un señor Londoño, dirigente político de Quindío, me hizo el contacto y llegué a las Farc en el Sumapaz a los 17 años. Un señor muy serio me hizo la hoja de vida. Después supe que se llamaba Jacobo Arenas. A Marulanda lo conocí sin saber quién era y confieso que no me cayó bien.
-¿Qué fue lo que más duro le dio?
-El frío del páramo y las llagas de unas botas que me dieron número 42 (yo calzaba 38).
-¿Cómo escogió un seudónimo tan raro?
-Uno no podía usar el seudónimo de otra persona. Ensayé varios nombres, pero todos tenían dueño, hasta que me encontré con Martín Villa, que acababa de llegar de la Unión Soviética y me dijo, pues póngase Timobich Timochenko, su profesor de marxismo. Era un nombre que nadie podía tener. Ya bautizado salí para El Pato, a un comando que había en el río Coreguaje. El comandante era Joselo, compañero de Manuel desde Marquetalia. Conocí también a otro de esos guerreros, Abanico, que me maravillaba con sus historias de combates en el sur de Tolima. A mí todo ese mundo de la selva, del páramo, de los ríos, de los nacederos de agua me fue encantando. En una de esas correrías se ahog óen el Guayabero un compañero y desde entonces le cogí miedo al agua.
-¿Su primer combate?
-No lo recuerdo bien. Pero el que se me quedó fue el asalto a una patrulla del Ejército donde quedaron 7 soldados heridos y 13 rendidos. Fue una pelea de tres horas en que combatieron muy duro. Curamos a los heridos –yo era enfermero– y después con ropa de civil los dejamos libres. Llegaron a La Uribe en calzoncillos diciendo que así los habíamos mandado. Falso. Temían que les cobraran los fusiles. Eso dio lugar a un bombardeo de la zona del Pato, de donde salió una marcha de protesta que se tomó el estadio de Neiva.
Estuve un tiempo con Jacobo Arenas. Nos hicieron una embestida feroz. La operación duro varios meses. Jacobo mostró quién era, cargaba morral como nosotros, echaba rula para abrir trocha y nunca perdió el humor. Fue una encerrona cruel, sobre todo por la falta de comida. Sin dulce, la vida es amarga y sin sal, la muerte acecha. Jacobo ordenó no tocar los cultivos de caña de los colonos. Pero la gana de dulce nos ganó y cortamos unas cañas gechas para calmar la gana. Jacobo supo y nos dio la orden de restituir el abuso sembrándole al campesino media hectárea de caña, así aprendí lo que era la reparación. Es nuestro modelo de reparación.
-¿Y con Manuel anduvo?
-Sí. Un tiempo largo. Estaba muy ocupado preparando la VII Conferencia en la época de los Acuerdos e La Uribe con Belisario Betancur.
-¿Cuál es la diferencia específica de esta negociación con las otras?
-Mire: La del Caguán fue un engaño, una patraña. La FF. MM. estaban débiles. Recuerde que dijeron que no tenían para municiones ni para botas. La guerrilla estaba fuerte. Habíamos dado golpes muy duros como el de las Delicias, Patascoy, La Carpa, San Benito. El gobierno de Pastrana necesitaba ganar tiempo para hacer la reingeniería del Ejército. Lo ha dicho y lo ha escrito. Fue el Plan Colombia, financiado y diseñado por EE. UU. Nosotros no éramos bobos. Hoy parece que la clase dirigente quiere abrir la puerta para que entren a jugar nuevas fuerzas en el campo político. Si así no fuera, Santos no habría podido llegar donde está. Fue una actitud distinta desde el comienzo. Cuando llegó el primer mensaje del Presidente, su contenido y su forma nos parecieron distintas. El contexto también lo era. Hay fuerzas mundiales y regionales que son conscientes de que el mundo iba hacia el abismo y que por ese camino, nos destruiríamos todos. Han dicho que Santos ha negociado con nosotros el poder. Nada de eso. Él tiene sus objetivos y nosotros los nuestros. No le negamos réditos políticos a su proyecto, pero también sacaremos adelante el nuestro: llegar a la paz con fuerza política.
-¿Cuándo se dieron cuenta de que llegar a guindar hamaca en el capitolio no era posible?
-Nosotros nunca llegamos a la conclusión de renunciar a nuestros objetivos: Todo es susceptible de cambiar. La historia es muy compleja. ¿Quién iba a pensar el derrumbe de la URSS de un día para otro y sin disparar un tiro? Hay cosas que se salen de la voluntad de las partes. Nosotros estamos convencidos de la justeza de nuestra causa y lucharemos hasta el final. Yo le decía al presidente Chávez: Nos han golpeado: mataron a Raúl Reyes, asesinaron al Mono Jojoy con toneladas de bombas, ejecutaron a Alfonso, se nos murió Marulanda, pero seguimos vivos. El enemigo creyó que estábamos en las últimas y que si nos tiraban un salvavidas nos íbamos a prender de patas y manos. Pero nosotros sabíamos que en la mitad del río, lo iban a desinflar. No en vano llevamos tantos años conociéndolos. Hemos sido flexibles en la misma medida en que el Gobierno lo ha sido. Tenemos el deber histórico de entregar a las nuevas generaciones un país sin guerra. No seríamos leales con nuestra gente si somos inferiores a nuestro deber.
-¿Cuáles son las líneas rojas de las Farc?
-Las líneas rojas de ellos y de nosotros se han ido redefiniendo. Algún comandante dijo una vez que si no había reforma agraria no había acuerdo. Lo reconsideramos y llegamos a la conclusión de que lo que se requería era crear unas condiciones que nos hicieran posibles y seguras una forma de lucha por la reforma agraria integral sin tiros. Lo mismo sucede con el tema de la justicia. Duramos casi un año en un circulo vicioso sin dar un paso. Nos venían a decir: “Acepten la cárcel, será una cárcel distinta, sin barrotes, cómoda y hasta llegaron a decir: ustedes definen quienes son los máximos responsables. Dijimos: No se trata de eso. No se trata de un acuerdo en que una parte ejerza venganza sobre la otra. ¡No! Asumimos la responsabilidad que nos toque siempre y cuando sea basada en un acuerdo que a todos obligue.
-¿Cómo entienden lo del perdón?
-¿De qué y a quién pedimos perdón? No a nuestros enemigos, pero sí a las víctimas; no a las de un informe que anda diciendo que violamos mujeres de 4 a 70 años. Lo que más respetamos es a la mujery a la población civil. Está en el reglamento. En la guerrilla se establecen parejas y se sabe que los conflictos entre parejas no se resuelven a puños, eso lo sancionamos con toda severidad.
No vamos a pedir perdón a víctimas creadas artificialmente. Hemos bregado para que el acuerdo se construya conjuntamente. Al tribunal no vamos a ir a acusar, no somos fiscales de la causa. El Estado tiene una Fiscalía que tiene ese deber y ese derecho, como también lo tienen las víctimas. Estamos dispuestos a asumir las responsabilidades que se deduzcan del tribunal. Si hay compañeros que salen acusados, asumirán su culpa.
-¿Los guerrilleros rasos piensan como los comandantes?
-El mensaje que quiero transmitir es de esperanza. Me llegan mensajes de la guerrillerada que aplauden los avances y acuerdos. No metamos ruidos innecesarios. La guerra hace demasiado ruido para aumentarlo. Nuestros mandos no han hecho operativos para matar civiles y jugar fútbol con sus cabezas, como los paramilitares. Pero también hay que decir que actuamos en una dinámica de guerra, que es justamente lo que se trata de acabar. Nosotros formamos ideológicamente a la guerrillerada para no ser vengativa, ni dar vía libre a la rabia que sienten por el asesinato de sus familias. No somos terroristas. Jamás podría aceptar que me acusen de terrorista. Nunca hemos tratado de que nos sigan a punta de terror. Se inculca el respeto por la vida humana, pero somos humanos. Andar con un fusil en la mano y una escarapela de las Farc en el brazo da mucho poder. Nuestra lucha diaria es la de elevar el nivel de conciencia política, que es lo único que puede frenar los abusos de la fuerza. Un hombre armado y sin nada en la cabeza, decía Jacobo, es sumamente peligroso. Hay errores, lo aceptamos, pero nunca hemos hecho guerra sucia. Nos han matado familiares para doblegarnos y no sólo no han podido, sino que nosotros no hemos recurrido al mismo sistema de pelear. Una vez Fidel Castaño nos dijo: la mejor manera de acabar la guerra es echarles mano a familiares de los generales. Le contestamos: Nooo, ese es su método, no el nuestro.
-¿Y los secuestros?
-Las retenciones económicas no están en el acuerdo del 23 de septiembre. Es un tema difícil y complejo, que no queremos tratar a través de los medios. Jacobo era partidario de revaluar esa política económica. Fue una herramienta para sacar adelante nuestro proyecto político. El escenario jurídico esta creado.
-Hablemos de la no repetición
-Si no trabajamos este punto, no hemos hecho nada. Pero ese es el fin en que estamos comprometidos. La no repetición no se logrará metiendo a la cárcel a los máximos ni a los mínimos responsables. Si hubiéramos creído que ese era el objetivo del proceso, no le habríamos jalado. Siempre tuvimos la percepción de llegar a la no repetición por un camino distinto al punitivo.
-¿Cómo se dio el paso para fijar una fecha definida?
-Yo soy consciente de que poner una fecha es un peligro. Se puede desbaratar todo. Nosotros aceptamos porque él ha dado muestras de consecuencia en momentos muy duros. El 23 de septiembre parecía venir por las armas, pero se dio cuenta de que eso nos habría autorizado a pedir lo mismo. Quizá supimos todos ponernos en los zapatos del otro. Fue muy difícil –más para el presidente que para nosotros– cuando me dijo: Hay que ponerle fecha, porque si no ¿a qué vine? Si no vuelvo con algo, esto se derrumba. Aceptamos porque creímos, y creemos, en la voluntad política del Gobierno. Si dentro de seis meses faltan cosas por resolver, le buscamos la comba al palo. La gente es comprensiva si nos ve trabajando con disposición. Hay que ir creando esa confianza entre ambas partes.
-¿Cómo reparar?
-El tribunal debe definir como hacerlo. Nosotros hemos reconstruido pueblos donde nos ha tocado combatir. No nos sentimos humillados, ni disminuidos ni castigados por ayudar a reconstruir lo destruido en la guerra. Lo hemos hecho sin publicidad.
-¿Y la restricción de la libertad como se entiende?
-¿De qué se trata esa limitación? ¿De no poder ir a visitar a la mamá? ¿De no poder ir a tomarnos una cerveza? El penalista mas respetado de Italia, dijo: “La cárcel nunca ha resuelto nada”. Si me dicen que pagando cárcel se arregla una pelea que comenzó cuando yo no había nacido, pues listo, me voy a pagar cana. Pero así, ¿cuántas sillas vacías quedarían? No se trata de ponernos uno al otro de rodillas. Esa no es la paz. Por ese lado nunca habría acuerdo.
Miremos como se inició esta guerra. Y no vamos tan atrás. ¿Cómo fue el ataque a Casa Verde en el 90 para impedir que participáramos en la Constituyente? ¿Para qué sirvió? ¿Cuántos millones de dólares costó y cuántas vidas de los nuestros y del Ejército ese embeleco de querer acabar la guerra en 18 meses como prometió el ministro de Defensa de entonces? Se perdió una oportunidad histórica contada en muertos. Así no se hacen acuerdos. Cuando le dijeron al ministro que ya habían pasado los 18 meses, respondió: Sí, pero los tengo durmiendo en el suelo. Nos dio risa: nosotros siempre hemos dormido en el suelo, doctor Pardo.
-¿Cómo entender la dejación de armas?
-El acuerdo sobre justicia ahí está. Eso da tranquilidad, hay que desarmar los espíritus, como se dice. Si lo logramos, las armas quedan inservibles así se tengan cerquita. La comisión con los militares trabaja en eso. Marulanda siempre pidió que los militares estuvieran en la mesa. Por eso nos dio tanta seguridad que el general Mora estuviera. Sabemos quién es él y qué poder tiene. Su presencia fue una señal de voluntad de parte del Estado y nos ha convencido su actuación en ella. Esa subcomisión ha trabajado con honradez. En el tema de cese al fuego comenzamos a una distancia de años luz y hemos ido acercando posiciones. Hacerlo público agrandaría las distancias. Por ahí se dicen bobadas de fundir las armas, enterrarlas en un hueco.
Hay que esperar. ¿Pero usted se imagina un buen anuncio en Navidad o en Año nuevo, cuando la gente está contenta? Puede que ese día, le dije al presidente, sea el día más feliz para todos.
-¿Se trata del anuncio de cese el fuego para el 24 de diciembre?
-No, eso le dije al presidente. Dejemos que eso se cocine donde se está cocinando.
-¿El acuerdo sobre justicia salió ya del horno?
-El doctor De la Calle lo firmó y al lado puso “en desarrollo”. ¿Cómo así que frente al escenario que el país vio el 23 de septiembre quedaron espacios en blanco para ser llenados después? Si a lo que firmamos se le cambia una coma, es una pedrada en la vitrina. El presidente le mandó el acuerdo a Moreno Ocampo, un jurista consumado y no un miembro de las Farc. ¿Qué dijo ese señor que ha sido fiscal de la Corte Penal? Dijo: Es una obra maestra.
Hay un antecedente muy significativo. Llevábamos casi un año dándole vuelta a la bolita y de golpe nos volvieron a salir con el cuento de que teníamos que ir a la cárcel. ¿Cómo así? ¿Perdimos el año? Entonces vino Enrique, el hermano del presidente, y conversamos con él. Acababa de pasar la muerte de esos 20 soldados en Cauca. Conversamos y llegamos a una conclusión: ¿Por qué no se nombra una comisión de expertos para encontrar una solución? Dijimos sí, perfecto, pero con una sola condición, sin vetos. Enrique se rio y preguntó: ¿El de Álvaro Leyva? Le dije: Yo no estaba pensando en nombres sino en tiempos. No podemos seguir otro año dándole vueltas a la noria. Enrique se fue y a la hora volvió a decirnos: El presidente está de acuerdo. Tenemos que avanzar. Hay que resolver las cosas y no aplazarlas. Todos tenemos temores, pero eso no puede detenernos. Aquí donde estamos sentados hoy hablé con el presidente y le dije mirándonos la cara: No tenemos cartas marcadas, estamos dispuestos a un arreglo, pero no a un sometimiento. Quedó claro. De ahí salimos a la ceremonia pública.
-Una gran dificultad: los paramilitares
-En este mismo sitio le dije al presidente: El problema más delicado es el del paramilitarismo y no es el tema de los paras que hay en Chocó sino en el de la cultura del paramilitarismo en la vida política colombiana. Debe haber voluntad de hacerlo y de pagar el precio. Hay una cultura que incentiva ese fenómeno, ese método de hacer política. El Estado colombiano tiene que revaluar esa forma de hacer política. Muy importante que el Estado asuma la responsabilidad en la masacre de la Unión Patriótica. Sería un mensaje que nos impulsaría a sacar adelante más rápido lo que nos proponemos. El presidente entiende este asunto. No podemos salir de ahora en delante de la mesa cada cual por su lado a declarar una u otra cosa. Debe haber un vocero de la mesa que le cuente al país lo que se ha ido haciendo. El Gobierno dice que bueno, que le parece muy bien y puntos suspensivos…
-¿Qué papel jugaría EE. UU.en la liquidación del paramilitarismo?
-Nos llenó de optimismo el nombramiento del delegado de EE. UU. que dejó claro que su gobierno es aliado del gobierno colombiano. Eso significa un compromiso. Si EE.UU. liquida, de una vez por todas, la doctrina de la Seguridad Nacional, la paz en el mundo habrá dado un gran salto. La garantía de sacar este proceso al otro lado está en primer lugar en manos del pueblo colombiano. Pero también en la comunidad internacional, Celac, Unasur, Naciones Unidas, la Comunidad Europea.
-¿Cómo será la creación del partido futuro?
-No vamos a desmovilizarnos –como quieren y dicen que debemos hacer–, sino a movilizarnos. Yo le adelanto una cosa: Estamos elaborando una nueva figura: Territorios de Paz y Reconciliación. Le hemos dicho al presidente: Necesitamos un presidente fuerte que garantice el cumplimiento de los acuerdos; queremos firmar con usted y desarrollar los acuerdos con usted. Un presidente que nos garantice la implementación de los acuerdos.
-¿Cómo refrendar los acuerdos?
-Es un tema que no se ha discutido, se trabajará. La posición de nosotros –o nuestra ilusión– es que se refrenden en una Asamblea Constituyente. Podríamos pensar en otra subcomisión para estudiar ese tema.
-¿Uribe es necesario en la reconciliación?
-No excluimos a nadie.
-¿Recibirían a Uribe?
-¿Por qué no? A nadie le cerramos la puerta. Como Rodrigo Londoño Echeverri, le digo: Doctor Uribe, no pierda esta oportunidad de reconciliación.
-¿Timochenko, candidato?
-Yo asumo la comandancia de nuestras fuerzas por mandato de las Farc. Si mañana me dicen asuma la candidatura, obedezco; si me dicen váyase para el Amazonas a ayudarle a Patarroyo en sus investigaciones, allá me voy. Nosotros somos un cuerpo colectivo. Me mandaron a dar una entrevista y lo hice muerto de miedo frente a un montón de cámaras